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domingo, 1 de noviembre de 2015

Raimunda, la niña fantasma que vaga por el Palacio de Linares

historias de miedo
Raimunda, la niña fantasma que vaga por el Palacio de Linares. En la actual Casa de América de Madrid, en plena plaza de Cibeles, permanecen encerrados los fantasmas de sus primeros habitantes, un matrimonio de marqueses y su pequeña hija.

Psicofonías, presencias extrañas, ruidos y guardias de seguridad que tuvieron que abandonar su trabajo por el miedo. Terror y leyenda se mezclan en la historia que persigue al palacio de Linares y a sus dueños. En la actual Casa de América de Madrid, en plena plaza de Cibeles, permanecen encerrados los fantasmas de los primeros marqueses de Linares, así como el de una niña.

El drama comienza cuando el hijo del marqués José de Murga, le confiesa a su padre que se había enamorado de una muchacha humilde, Raimunda Osorio, supuestamente hija de una cigarrera de Lavapiés. Al oír este nombre, el marqués horrorizado, manda a su primogénito a estudiar a Londres, con el fin de hacerle olvidar ese amor de juventud. La razón de su espanto tenía que ver con que la muchacha había sido fruto de una pasión extramatrimonial con su madre, y por tanto, ambos enamorados serían hermanos de padre.

Raimundita, como así se llamaba la niña, fue emparedada o ahogada, y enterrada en el propio palacio
Pero ni la distancia ni el tiempo pueden borrar el amor de los jóvenes. Así, una vez que el marqués muere, los jóvenes se casan. Es entonces cuando José encuentra una carta de su padre dirigida a él en la que le explicaba las razones de su oposición a tal relación. José y Raimunda, conscientes del pecado incestuoso que habrían cometido, se dirigen al papa Pío IX, quien finalmente les habría otorgado una bula papal denominada «Casti convivere», esto es, vivir juntos pero en castidad. Demasiado tarde: Ya habían engendrado una hija.

Ante el escándalo que podría suponer que saliera a la luz el fruto del incesto, la pareja decide asesinar a la pequeña. Raimundita, como así se llamaba la niña, fue emparedada o ahogada, y enterrada en el propio palacio. Todavía hoy, continúa su espíritu paseándose por los grandes salones del viejo palacio cantando canciones infantiles y llamando a sus padres.